Este miércoles el banco central más importante del mundo, la reserva federal de los Estados Unidos, la Fed, comenzará un nuevo ciclo monetario y recortará sus tasas de referencia, por primera vez en más de un año. La gran pregunta es si iniciará este nuevo ciclo de bajas de tasas agresivamente, recortando cincuenta puntos, o lo hará gradualmente, bajando 25 centésimas. Los inversionistas están divididos sobre la decisión, pero están muy optimistas de los efectos sobre los activos financieros.
Una muestra de lo dividido que está el mercado es el desempeño de las bolsas de las últimas dos semanas: la antepasada fue la peor semana de 2024; mientras que la pasada fue la mejor del año. Los momios implícitos en los contratos de futuros de las tasas de referencia de la Fed pasaron de marcar una baja de 25 a una baja de 50 puntos en el curso de pocos días.
Es muy poco usual que la Fed diverja de lo que el mercado está descontando en el momento de la decisión. El problema es que este lunes los momios están divididos en mitades para un recorte de 25 y uno de 50, así que la decisión complacerá a la mitad del mercado y decepcionará a la otra mitad.
Los analistas subrayan la falta de consenso en el mercado como una falla de la Fed, quien no ha logrado comunicar con claridad su perspectiva de tasas con claridad. Los más cáusticos incluso dicen que sí lo ha comunicado bien, pero que ni la misma Fed sabe bien cuánto debe de bajar, y de allí la confusión en el mercado.
Pero los inversionistas toman una actitud distinta a los analistas, y se comportan como si la Fed fuera a optar por la opción más agresiva. Le es consustancial. El mercado suele comprar el escenario más optimista entre los distintos posibles, el mercado es el mejor vendedor, está hecho para vender optimismo extremo.
Y efectivamente, las bolsas y los mercados de bonos tuvieron la semana pasada su mejor semana del año, alzándoce a niveles cercanos a sus récords históricos arrastrando consigo a activos de más riesgo como las monedas y acciones de mercados emergentes
Existen argumentos que apoyan ambas opciones de política.
Un recorte gradual de 25 puntos reconocería que, a pesar de la reducción notable de la tasa de inflación, ésta permanece aún por encima del objetivo, y la trayectoria aún puede dar malas sorpresas como la inflación subyacente del miércoles pasado, por lo que el nivel de tasa debe todavía permanecer restrictivo. Una dosis de cuarto de punto sería también congruente con el hecho de que los datos muestran que la economía sigue sólida, expandiéndose moderadamente, por lo que un recorte gradual es suficiente.
El argumento en favor de un recorte agresivo de cincuenta centésimas se sustenta en el mandato doble de la Fed: quien debe de procurar el mayor crecimiento posible dentro de su objetivo de inflación de 2 por ciento.
Quienes apoyan la baja de medio punto porcentual, argumentan que los indicadores recientes muestran sin duda que la mayoría de los sectores de la economía, así como el mercado laboral, y los precios de las materias primas, señalan una moderación importante de la actividad económica. Dado el rezago con el que funciona la política monetaria, la Fed debería de moverse con resolución si quiere evitar equivocarse con el crecimiento en 2024 como se equivocó con la inflación en 2021, cuando tardó demasiado en reaccionar.
Pero toda decisión implica un costo. Por un lado, si la economía se enfila al estancamiento, recortar tan sólo 25 podría implicar reducir las tasas demasiado poco, demasiado tarde. Por el otro, bajar 50 enviaría el mensaje de que la economía está peor de lo que parece y que es necesaria una decisión de emergencia, y adicionalmente, si la inflación no cede o llegara a repuntar, la Fed tendría que enfrentar la crítica de haber recortado demasiado y demasiado pronto.
Como se ha ilustrado la Fed enfrenta una decisión muy compleja, con múltiples aristas para cuidar, la dosis del recorte no parece ser inequívoco, como tampoco lo es el costo de oportunidad de las distintas opciones. La Fed tiene que alumbrar al santo sin quemarlo.
Lo que si es cierto es que las bolsas de valores han apostado por el mejor escenario: un recorte de tasas que reafirmará el sólido crecimiento en un contexto de baja de la inflación. Si uno de los vértices de este escenario no se concreta, quizá veamos una corrección de la florida racha que las bolsas de Wall Street han gozado este año. Pero sólo quizás.
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