Recuerdo mi primer trabajo tras salir de El Colegio de México (fundada por Españoles), como gerente de análisis de renta fija en Vector Casa de Bolsa (de Alfonso Romo). Entré allí en agosto de 1994, pocos meses antes de que el peso mexicana volara por los aires, incapaz de soportar la mezcla inepta de recetas hecha por el peor economista de México: Carlos Salinas.
Recuerdo a Consuelo (su apellido no lo recuerdo), quien era la analista de bancos de Vector (ahora en JP Morgan, hasta donde se), y una de las mejores estudiosas del sistema bancario que me ha tocado conocer.
Recuerdo las largas conversaciones con Consuelo en los pavorosos días que siguieron a la cruenta devaluación de diciembre del 94, y cómo me mostraba, cifra tras cifra y banco tras banco, que el sistema bancario mexicano se aproximaba de manera dramática e imparable, al colapso absoluto.
Recuerdo que tras publicar los reportes los bancos le llamaban a Alfonso Romo para quejarse de esa analista terrorista que blasfemaba contra la sacrosanta solidez de los bancos, y como, furiosos, exigían se retiraran los análisis de Consuelo pues dañaban la confianza de sus inversionistas.
Alfonso Romo indicaba que Consuelo recibiera a los bancos para que la analista los escuchara y cambiara su opinión, pero con cada visita (el ya muerto Serfín, el horrible Banpaís, el trágico Confía, etc.) Consuelo salía incluso más convencida de la muerte inevitable de los bancos mexicanos y casi estoy seguro que sus detractores, tras visitarla, salían ellos convencidos de los argumentos de “la Consue”.
Pero recuerdo algo más, y eso lo recuerdo casi a nivel de los sentidosl: recuerdo cómo Consuelo y yo platicábamos de la increíbles velocidad con las que mes a mes, trimestre a trimestre, la situación empeoraba. La explosión mexicana de 1994 mostró como en una crisis bancaria el deterioro del balance no ocurre gradualmente, sino de manera explosiva, exponencial, casi de la noche a la mañana. Las crisis bancarias son difíciles de manejar porque explotan de improviso.
Ahora no recuerdo, sino profetizo, y mi profecía es tan evidente que es una perogrullada. Ahora no recuerdo, sino que miro hacia adelante, y a unos pasitos de donde estoy se encuentra una severa crisis bancaria española cuyas implicaciones pueden reverberar por todo el planeta, pues los españoles, adictos que se hicieron a vivir de prestado, invirtieron sus deudas en un sector que ahora explota por dentro: el bancario.
La lección más importante que aprendí de Consuelo fue justo esa: una crisis bancaria pasa de estar latente a efectiva en un período harto breve. Ni los reguladores bancarios más avispados son capaces de avistarlas a tiempo
Bankia, el cuarto banco español, es ahora para cualquier efecto práctico, un banco propiedad del Estado. Pero de un Estado que no tiene para pagar ni a sus proveedores, o los proveedores de las Comunidades Autónomas. Tras varias inyecciones de capital, el estado será propietario del 90% de Bankia y de su matriz, que representan el 10% del sector bancario español, y si se le suma a lo anterior el hecho de que España no ha logrado vender a tres bancos anteriormente intervenidos, el estado es propietario ya del 20% del sector bancario de su país.
Pero eso no es lo peor, el rescate de UN SOLO BANCO, Bankia, le ha costado ya a España el 3% del PIB, y eso, en un contexto en que el estado mismo no puede alcanzar sus objetivos de reducción de déficit fijados por Bruselas significa que, a costa de tragarse todo su orgullo, España no tendrá otra salida mas que la de acudir a Europa para que se le rescate a ella del hundimiento de sus bancos.
Vuelvo a recordar a Consuelo: hasta hace unos meses los burócratas españoles aseguraban que el costo máximo para el público de rescatar a TODO el sistema bancario de España no superaría los 15 mil millones de euros (MME). Peor aún, cuando se comenzó a hablar del rescate de Bankia se dijo que el costo sería menor a los 9 MME. El rescate de este viernes en la tarde ha sido ya de 23.5 MME. Un sólo banco se ha engullido el estimado del rescate para todo el sistema, pero pasó de 9 MME a 23.5 MME en muy pocos días.
Consuelo lo vio muy bien, y los modelos económicos lo predicen con precisión: una crisis bancaria se alimenta a si misma, el deterioro es dramáticamente vertiginoso. La reacción natural de los burócratas es negar que hay un problema y lo minimizan. Pero al minimizarlos tardan en reaccionar y esa tardanza hacen que el costo se dispare en múltiplos de lo que hubiera costado si hubieran reaccionado a tiempo.
Una crisis bancaria española aún se puede evitar. Pero la única manera es inyectando rápidamente el doble de lo que la banca necesita para disuadir a inversionistas y ahorradores de ejecutar una corrida contra los bancos. Pero eso, una inyección masiva de capital, sólo lo pueden hacer los Estados solventes y con plena liquidez, con cuentas fiscales sanas capaces de absorber un desequilibrio súbito y significativo.
No es el anterior el caso de España. ese país enfrenta una crisis bancarias en las rodillas de un balance fiscal enclenque y en hilachas. Mucho quiero equivocarme pero me temo, que España lo único que podrá hacer es ponerle una puerta al vasto campo del desastre.