lunes, 15 de diciembre de 2014

La Guerra Del Petróleo Y Sus Víctimas


La semana pasada los mercados financieros de los Estados Unidos (y de México), tuvieron su peor semana desde 2011. Esta mañana la bolsa de Quatar, una da las líderes en el Golfo Pérsico, entró en territorio descendente (“bear market”), definido éste como una baja superior al 20% desde el valor máximo alcanzado. La razón detrás de semejante bamboleo es la hecatombe sufrida en los mercados de energía, en donde las cotizaciones del barril de petróleo siguieron hundiéndose y alcanzando mínimos multianuales.

Como habíamos mencionado en artículos anteriores, la actual situación del mercado petrolero es el riesgo más importante de corto y mediano plazo para la economía y las finanzas públicas de México, de la Federación, de las entidades federativas y de sus municipios, y a pesar de que el Gobierno Federal logró una valiosa cobertura de los ingresos provenientes de las exportaciones petroleras del país, dicha cobertura no es perfecta (no puede serlo dadas las complejas condiciones del mercado); y lo más importante, no cubre de manera directa los ingresos de las entidades federativas.

Repasemos brevemente las razones por las cuales los mercados petroleros han sido conculcados por violentas sacudidas en los últimos tres meses:

1)      La demanda ha menguado: las principales economías del mundo, con la notable excepción de los Estados Unidos, han mostrado un dinamismo inferior al pronosticado y eso ha creado una insuficiencia de demanda en los mercados energéticos;

2)      La oferta se ha disparado: países productores  tradicionales como Libia e Irak han retomado su producción, pero el factor más importante es la increíble subida en la oferta de petróleo de los Estados Unidos, en donde una asombrosa revolución tecnológica (consideraciones ecológicas aparte) ha recuperado para los vecinos su rol como el principal productor de petróleo del mundo;

3)      Como consecuencia de lo anterior, la demanda de importaciones de los Estados Unidos se ha desplomado e incluso en algún escenario los EEUU podrían comenzar a exportar crudo a otros países.

La existencia de una sobreoferta relativa de petróleo derivado de los factores anteriores ha provocado un desplome dramático de las cotizaciones del crudo. Pero hay una ruda batalla geopolítica detrás:

Un petróleo caro tiene del otro lado una ecuación complicada: significa que los Estados Unidos dependen de Arabia Saudita y de sus aliados; significa que el centro del poder económico y político global tiene un punto débil, su dependencia de las monarquías árabes. Y lo contrario también es válido: un petróleo barato significa que la vulnerabilidad geopolítica de los EEUU se encuentra en Texas y las Dakota, y no en el Pérsico; significa que las monarquías árabes reducen de manera dramática su capacidad de negociación ante la clase política y financiera  de los Estados Unidos.

Esta ecuación es uno de los temas de esta compleja sinfonía energética, los productores árabes no están dispuestos a ceder su cuota de mercado a favor de los intrépidos petroleros estadounidenses, les ha quedado muy claro que no van a ceder terreno ante el empuje de los cowboys petroleros. Tienen una gran ventaja de su lado los árabes: ellos aún tienen ganancias con un barril de petróleo a 40 dólares, algunos dicen que inclusive en $30. Los petroleros de Texas y las Dakota difícilmente podrían sobrevivir más de seis meses con el petróleo por debajo de 70 dólares.

En un mercado en dónde los precios del WTI (petróleo de referencia de Texas), se encuentran en 57.81, y el Brent del Mar del Norte en 61.85 dólares (ojo, la mezcla mexicana sucumbió por debajo de los 52 dólares la semana pasada) , los petroleros árabes aún están viendo el dinero fresco caer en sus arcas, mientras los productores estadounidenses presentan una hemorragia financiera feroz que los sacará del mercado si los precios no repuntan pronto.

Von Klauzewitz habría sin duda suscrito la siguiente boutade: Las finanzas son la guerra por otros medios, y los árabes han disparado un formidable misil contra los petroleros texanos y de las Dakota. El enemigo se encuentra destruido, y la única forma de que los precios repunten es si la OPEP, es decir, Arabia Saudita, decide recortar su producción dramáticamente para reducir la sobreoferta de petróleo existente.

Pero los árabes lógicamente se preguntan.  ¿y por qué he de ser yo quien recorte producción y deje de ingresar dólares? Si quieren recortar la producción ¿por qué no la recortan los texanos en Eagle Ford y los petroleros de Dakota? 

El ministro de energía de los Emiratos Árabes Unidos dijo éste lunes que la OPEP mantendría su decisión de no recortar la producción incluso si el petróleo se desploma hasta los 40 dólares. Eso significa que la mezcla mexicana podría caer hasta los 30 dólares por barril, lo cual significaría graves predicamentos para las finanzas públicas nacionales y limitaría gravemente las perspectivas de inversión en el sector energético recién abierto. La guerra está declarada y abierta y como en toda guerra hay víctimas colaterales, bajas ajenas a los bandos conflagrados. Cuidemos que la economía nacional no caiga en ese caso.

domingo, 7 de diciembre de 2014

La Balada de Thomas Picketty

Así como Pierre Ménard escribe, siglos después, “El Quijote”, su paisano, Thomas Picketty ha escrito “El Capital”, en el Siglo XXI. Y como en la deslumbrante parábola borgiana, el palimpsesto parece mejorar en numerosos pasajes a la obra maestra original.

La narrativa anglosajona nos ha acostumbrado a aceptar que el primer libro de economía es el texto fundante de Adam Smith: “La riqueza de las naciones”. Siempre he pensado que tal aserto es impreciso y que quizá el primer texto de economía es el largo poema de Hesíodo: “Los trabajos y los días”. Desde su título, los versos del griego sugieren lo que siglos después los economistas clásicos supieron: que la riqueza proviene del tiempo, (de “los días”), y el trabajo.

Los viejos maestros de la economía lo supieron: junto con la pregunta de ¿Qué es lo que produce la riqueza? Viene la pregunta ¿Qué determina su distribución?  ¿Por qué algunos detentan una riqueza que no será consumida en toda su vida, y por qué la riqueza de otros no alcanza a cerrar el día? Si la riqueza proviene del trabajo entonces quienes ostentan riqueza trabajan más que aquellos cuya riqueza es menor? ¿Los ricos trabajan más y los pobres trabajan menos?

Thomas Picketty es un nuevo clásico, no un neoclásico , y en el fondo, la pregunta que subtiende las centenares de páginas de su volumen es la pregunta de Hesíodo y de los clásicos: ¿la riqueza está determinada por el trabajo o acaso en el Siglo XXI la riqueza está determinada por la riqueza? ¿Será rico aquél que nace rico, y aquél que vive de su trabajo no podrá romper el círculo de la suficiencia?

Marx, en el “El Capital” , decía que en efecto, la riqueza proviene del trabajo, y que la razón para el desbalance entre el trabajo y la riqueza poseída es una expoliación, la explotación del trabajo. En “El Capital” Thomas Picketty muestra cómo la escala de impuestos a los activos, la venta de empresas públicas, la gradación del tributo a las herencias, la distribución y el gravamen de los dividendos ha hecho mucho más ricos a los que eran ricos, y ha mantenido en la pobreza a los pobres.

Picketty, éste nuevo clásico, ha revivido para la economía uno de sus temas fundacionales, y que la reacción al marxismo y sus consecuencias políticas poco a poco hizo que la profesión la fuera relegando casi al olvido: el problema de la distribución del ingreso y la riqueza.

Picketty rescata del olvido a ese gran economista ruso, Simon Kuznets, el último gran economista en preguntarse de manera rigurosa por el problema de la distribución, y lo hace resurgir y dialogar con nuestro Siglo XXI, usando sus argumentos y sus métodos para ilustrar un problema: que el asunto fundamental del mundo en éstos años es la distribución del ingreso y la riqueza; que la actual tendencia de híper-concentración de los activos en un grupo increíblemente reducido de individuos no puede ser bueno para la sociedad, ni para la especie; que la densidad de riqueza en los estratos más altos de la sociedad es comparable sólo a la época en que coexistían emperadores celestes, cortes fastuosas, junto a la gleba pobre y las masas en la insuficiencia.

Los economistas más brillantes de ésta época: Paul Krugman y Joseph Stiglitz, entre otros, llevan años pregonando en el desierto sobre el complicado problema que, de los Estados Unidos a Uganda, representa la híper-concentración de los activos. En las páginas del mismísimo Wall Street Journal, he visto alegatos tanto o más incisivos que los de Picketty sobre la acusada injusticia en la distribución a favor de los abastecidos (Abigael Bohorquez dixit).

Y sin embargo, tuvo que venir un joven economista francés, extraño a las corrientes convencionales de la economía a decirnos que lo más justo y eficiente económicamente es poner un impuesto a la herencia.

En “La Revolución Interrumpida” Adolfo Gilly se preguntaba por qué de entre los cientos de llamados a la insurgencia contra la dictadura de Porfirio Díaz, el que fue acatado fue justamente el de ese espiritista bajito de Coahuila. El mismo se responde: el “Plan de San Luis” tenía una fecha y hora precisa: la Revolución deberá comenzar el 20 de noviembre en la mañana. Esa precisión en la acción hizo del llamado maderista algo irresistible.

Algo similar parece suceder con Picketty: a su extenso alegato se le añaden aquí y allá recomendaciones puntuales, recetas sencillas de implementar o al menos de discutir. ¿Cómo rompemos el cerco de la concentración creciente? Con un impuesto a la herencia y la distribución del ingreso resultante. Picketty estuvo en México éstos días, reuniendo auditorios llenos y encabezados mediáticos por todas partes. Sirva ésta columna para escribirle a éste nuevo clásico francés si bien no un corrido, una balada. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Derek Jeter, Bill Gross Y El Banxico

Para los que amamos el beisbol, pero odiamos a los Yankees, éstos últimos 20 años han sido difíciles: ¿cómo admirar la carrera del mejor beisbolista de ésta generación, siendo que jugaba para los Mulos del Bronx?. Me tocó saludar a Derek Jeter en una cena de beneficiencia en Princeton, New Jersey, en 1996, justo un año después de su debut en Grandes Ligas, el año en que ganó el Novato del Año, y ya desde entonces sabía que estábamos ante el jugador que definiría cómo se juega ese, el juego más bello del mundo, en la transición secular.

Ver jugar a Derek Jeter fue la oportunidad para presenciar en el presente a las glorias de éste juego: quienes fuimos contemporáneos de Jeter pudimos prescindir de Dimaggio. Fue nuestra oportunidad de ver de nuevo a Peter Rose. En 2009, Derek Jeter se convirtió en el líder de todos los tiempos en hits conectados, enterrando a un Pantheón mítico en donde descansan muchos de los mayores héroes de éste deporte.


En otras palabras, el retiro de Derek Jeter es el fin de una era, la culminación de una época, el tránsito del mejor jugador de las últimas dos décadas hacia su retiro.  Lo mismo pasa con el más famoso inversionista del mercado de bonos de la historia recientes, Bill Gross, quien luego de una carrera estelar durante la cual convirtió a un pequeño fondo desconocido, PIMCO, en el mayor fondo de inversión del mundo, casi de manera simultánea con el último juego de Derek Jeter, anunció su renuncia a Pimco y su paso a un pequeños fondo en Janus.
Hay una diferencia sin embargo entre el retiro de Jeter y el retiro de Bill Gross. Jeter forjó desde el short stop de los Yankees una carrera mítica basada en sus habilidades personales. Las habilidades de Bill Gross, con todo su talento, no habrían bastado de no haber coincidido con una baja tendencial en las tasas de interés desde 1997 (poco después que Derek Jeter debuta en las mayores) hasta la fecha.

Bill Gross presidió Pimco, el fondo de inversión en bonos que el fundó, desde 1971, hasta la semana pasada cuando abruptamente, y tras varios episodios polémicos, abandonó para irse a Janus.         

La carrera de Bill Gross es una ilustración clara de aquella sentencia de José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mi circunstancia”, pues su carrera se extiende toda una época en que las tasas de interés, subieron a un máximo histórico a mediados de los 70’s, y a partir de allí comenzaron un largo descenso de casi cuatro décadas que hicieron que aquellos que invirtieron en bonos de largo plazo, como Gross, tuvieran ganancias fabulosas durante muchos años, décadas incluso.

Como el precio de los bonos y las tasas de interés se mueven en dirección inversa, la caída de largo plazo en las tasas de interés convirtió a Bill Gross, un gran inversionista en bonos, en una leyenda en el mundo financiero. No tuvo que hacer mucho, simplemente ser consistente y comprender que estaba en el mercado correcto en el momento correcto: invirtiendo en bonos mientras las tasas de interés bajaban.

Por eso no es coincidencia que ahora, cuando de manera inevitable, las tasas de interés están a punto de revertir esa baja y emprender su  ascenso, los inversionistas saquen su dinero de Pimco, haciendo ver al antes venerable Bill Gross vulnerable ahora. Las expectativas de mayores tasas de interés en el corto plazo implica que los fondos como los de Gross casi de manera segura tendrán pérdidas severas.

Recordando a Ortega y Gasset, la circunstancia está cambiando, y no extrañaría entonces que el “yo” de Bill Gross está cambiando. Desde 1971 hasta hoy, Pimco ganó un promedio anual de 7.9% invirtiendo en bonos, un desempeño asombroso. Pero eso ha cambiado en últimas fechas y Pimco ha tenido un desempeño por debajo del promedio en los últimos meses.

En efecto, la circunstancia está cambiando, y los jugadores mexicanos que participan en este deporte de las tasas de interés: el Banco de México, las Afores, los fondos de inversión, las aseguradoras, los fondos de pensiones privados, pasarán por la misma turbulencia por las que Bill Gross está pasando. Hagamos votos para que nos sea leve.



sábado, 27 de septiembre de 2014

¿Subir Tasas de Interés? ¿Qué Es Eso?

De muy lejos nos puede llegar el calambre. O de muy cerca. Lo intrincado de este mundo implica que lo que nos marca, lo que nos convulsa el día a día, nos escapa. Que no somos dueños de lo nuestro, que los que estamos aquí somos piezas de algo superior a nosotros. Para bien, y para mal.

La independencia operativa del Banco de México está más allá de toda sospecha. En lo fundamental, el emisor central mexicano tiene una opinión propia la cual ejerce, las más de las veces, con precisión y cuidado. De entre los países llamados emergentes, México cuenta sin duda con uno de los dos o tres mejores bancos centrales. La calidad del Banxico es uno de nuestros activos más importantes.


Pero humildad es menester y la eficiencia de la política pública mexicana y los mercados locales pasa por el reconocimiento de que el banco central que cuenta para nosotros en ocasiones cruciales como la que está por venir, se encuentra más en Washington que en Eje Central y 5 de Mayo.

La Reserva Federal de los Estados Unidos (la Fed), tendrá una reunión de su Comité de Mercados Abiertos esta semana, martes y miércoles, y al salir de su última reunión, emitirá un comunicado en el cual los mercados esperan leer señales precisas sobre cuándo, y qué tanto, se elevarán las tasas de interés de los Estados Unidos.

El dato no es menor. La última vez que la Fed subió tasas de interés fue ya hace más de ocho años. Para ponerlo esquemáticamente: al menos tres generaciones de estudiantes de economía o finanzas (carreras que duran típicamente cinco años), nunca atestiguaron un alza en las tasas de interés en la economía más importante del mundo.

Ya casi lo olvidamos, generaciones enteras de economistas y financieros desconocen lo que es, pero la ley de hierro ineluctable del tiempo que cumple todo plazo podría estar por llegar, y quizá la Fed, animada por datos recientes que muestran que luego de cinco años de penar por el desierto, la economía parece estar ganando tracción, decida dar una señal precisa sobre el cuánto y cuándo de esta elevación de tasas en el corto plazo.

¿Qué va a ocurrir? Difícil saberlo. Los modelos que se enseñan en las escuelas discurren que si la Fed sube las tasas de interés de mismo día, la curva de plazos, es decir, las tasas de interés a distintos vencimientos, deberá de moverse en la misma dirección. Pero eso no es necesariamente lo que ha ocurrido. Ha habido ya varios episodios en los que la Fed ha subido las tasas de corto plazo y la tasa de los plazos largos se han desplomado, produciendo uno de los acertijos más complicados de entender de las finanzas globales.

Más aún, si las tasas de interés de corto plazo de los Estados Unidos se elevan, su efecto se sentirá no únicamente en sus mercados locales, sino que la acción reverberará por muchos rincones del mundo: México incluido.

El talento innegable de los funcionarios del Banco de México no podrán hacer mucho en esta ocasión, salvo quizá modular el impacto y potenciarlo si éste es benéfico.  La Fed de EEUU enfrenta un reto complicado: ¿Cuándo y cuánto subir las tasas de interés para mover la liquidez global hacia una posición neutral, sin arriesgar al mismo tiempo que la aún frágil recuperación de las economías tropiece y caiga de nuevo?

Pero no es la economía lo único que cuenta. En estos cinco años en que dicha instancia ha cojeado,  magra y débil, la ingente liquidez inyectada por los bancos centrales no se ha materializado como inversión en la economía real, sino que se ha concentrado en dos polos: la recompra de acciones por parte de las grandes corporaciones; y la compra de activos financieros por parte del público en general.

Al subir las tasas de interés, la ecuación que determina la distribución de los ahorros entre inversión física, bonos, commodities, acciones y recompra de acciones va a cambiar de manera importante. También cambiará la forma en que vemos el futuro, pues con las tasas de interés de corto plazo en cero el presente no importa y el futuro es barato.

Todo está a punto de cambiar, y los mercados tienen confianza en que la Fed, quien ha capitaneado la economía global con certeza en estos últimos cinco años de turbulencia, volverá a mostrar su talento y oportunidad. El Banco de México por supuesta estará atento, y consciente como es del potencial de su vecino, deberá de monitorear con cuidado hacia dónde se mueven las corrientes cruzadas que provocará la primera alza en las tasas de interés después de ocho años de bajas y estancamientos de las mismas. No va a ser algo fácil.



domingo, 14 de septiembre de 2014

Juguemos A Plagiar

En el camino, uno va construyendo y perdiendo bibliotecas. De la que construí en mis años de estudiante en la UNAM quedan retazos: algunos libros conmigo, otros con mis hermanos, la mayoría se han perdido tras abandonarla cuando me fui a vivir a Princeton.

Pero de aquellos años guardo uno, muy querido, “Décimas Lezámicas”, de mi Maestro Roberto López Moreno. Dedicado de su puño y letra, el libro es una afrentosa muestra del oficio de López Moreno, de su cuidado oído, de su refulgente caudal de imaginería, de su amor por el genio habanero. “Décimas Lezámicas” es uno de los mejores libros de Roberto López Moreno, y ha sido compañía fiel por más de veinte años.

“Décimas Lezámicas” propone un juego muy divertido, que López Moreno resuelve de manera suprema. El juego es el siguiente: construir un poema a partir de un verso de otro poeta. En “Décimas Lezámicas” el juego es un diálogo: López Moreno construye décimas a partir de un verso que es siempre de Lezama.

Yo, menos diestro y más tímido, he usado ese juego de una manera más abierta, y he escrito a lo largo de los años algunos textos, en verso libre, a partir de versos que a mi me hubiera gustado escribir y que fueron escritos, para mí por supuesto, por otros maestros.

El juego que proponemos es justo el de tomar un verso que sea especialmente gustado, que haya provocado temblor y arrastre, como un ancla para construir así un poema distinto y propio. Plagiar honra, y construir algo nuevo a partir de versos de otro ha sido una costumbre literaria antiquísimas que deberíamos perpetrar en éstos años en que el derecho de autor a veces suprime el intercambio y la conversación entre los espíritus.

REGRESO AL ZUAQUE

“Regresa luna mía”[1]
Devuelve a mis manos la suave luz
que abre las orillas del polvo
que agita al pasar las sílabas que aprendí
en aquél valle abierto por once ríos

Regresa, luna
que el viaje ha sido largo y aún no llego
que aunque llegue no partiré nunca
y aunque parta
no sabré si voy o vengo
no sabré si estoy o si me quedo

Regresa para saber
si eres tú la que vuela y yo estoy quieto
o si soy yo el que se mueve por tu brecha
o si estamos huyendo los dos
del mismo sueño


DOMINGO

“Los ojos de mi hijo mayor son como higos negros”[2]
mi hijo mayor tiene
enormes almendras, húmedas semillas
en las cuencas abiertas de los ojos
Mi hija menor
brotó de un árbol de abejas
junto a bellas naranjas
Afuera la muerte ronda, cercena
ciudades completas, dinastías viejas
Aquí en mi jardín la vida pasa el tiempo
hablando de almendras e higos, de abejas y naranjas



CERVANTINO

Y estoy aquí, treinta años después
hablando con el que fui y ya no soy
Y el que fui no me adivina, me recuerda
me atisba por la bruma y carraspeando
me interroga sobre los días que vienen

Una cosa nos une: las palabras

Él como yo busca a tientas, avanza y se detiene
camina exhausto por éstos largos corredores
poblado por sueños y por hexámetros
tratando hacer arder el fuego nuevo en ceniza vieja
inventando trucos milenarios, repitiendo páginas

Hubiera querido darle yo una música primaria
instrumentos más precisos, árboles volando
Pero tuve que conformarme con desvelos y fragmentos
“velos aquí en tus aras tremolar”[3]

ARDER

“Raro arder aquí todavía”[4]
erguido sobre tus dientes
Como un cuchillo,
despeñado entre las brazas
de tu muslo abierto

Ardí aquí una vez
leño tras leño hasta el rojo blanco
el viento me alzaba hasta tu ombligo pardo
y la rosa, ¡ay, la rosa!
que me esperaba siempre húmeda

Ardí aquí hace poco
temblando ante el misterio
de lo que habrá tras esa puerta
que tantas veces he abierto
pero que no conozco

Ardí aquí una vez y ardo
como arde la espina en la zarza
como arde el carbón en tu lengua:
Abrasada





[1] Eduardo Sanguinetti
[2] Yehuda Amichai
[3] Francisco Cervantes

[4] Gonzalo Rojas