sábado, 7 de mayo de 2016

Las Consecuencias Económicas de Mister Trump

El retiro de sus últimos dos contendientes deja el camino despejado para que Donald Trump, el impresentable populista de derecha, sea el próximo abanderado republicano en la contienda presidencial de los EEUU. El avasallamiento del neoyorquino sobre sus rivales y la dirigencia republicana muestra dos cosas: la amplitud de su atractivo entre el electorado conservador; y el gigantesco error de cálculo con el que una y otra vez el liderazgo republicano ignoró primero y quiso contener después, la furiosa ola populista propulsando al magnate de bienes raíces convertido en líder político.
Donald Trump no es el idiota político que el liderazgo republicano y los medios liberales vieron al principio: es un astuto vendedor que sabe bien lo que los clientes quieren y eso lo hace un formidable líder de opinión. Más aún, con los bolsillos llenos, no tiene que hacer compromisos con sus financiadores que lo limiten. Su estilo verbal es todo lo contrario a la rectitud política que ha predominado en los últimos treinta años en que un consenso económico y político hacía que el centro, de derecha o de izquierda, dominara la escena político-financiera del mundo. Eso es lo que representa Trump, el desfonde del centro, la ruptura del Consenso de Washington, la rebelión, desde la derecha, de las reglas de política monetaria y fiscal moderadas que no han sido capaces de producir el bienestar necesario tras la eclosión de dicho modelo en 2008-2009.
Trump es la ira del hombre blanco, y eso lo hace extremadamente peligroso. Hasta ahora los radicalismos económicos y políticos, con la excepción del Front National de Francia, han sido marginales y testimoniales, pero esa mezcla de rechazo al Consenso de Washington con racismo frontal y descarado en un marco de débil crecimiento, bajos salarios y de extrema desigualdad económica es lo que hacen a Trump un fenómeno extremadamente peligroso pues las probabilidades de que gane la presidencia, si bien bajas, no son inexistentes, y más vale que hablemos de ellas porque lo peor que podríamos hacer es ignorarlas.
La ola de votantes que lo han encumbrado son mayoritariamente hombres blancos con poca educación, con ingresos de medios a bajos, un perfil demográfico que ha crecido como espuma en las últimas décadas en los EEUU al estancarse los salarios y la economía y acentuarse la desigualdad económica . Lo más asombroso del fenómeno Trump puede ser descrito por aquella perfecta redondilla de Sor Juana: “sois la ocasión de lo mismo que culpáis”, esos votantes víctimas de la desigualdad están encumbrando como su vocero a una de las mejores muestras de esa desigualdad: un billonario cuya fortuna no viene de su trabajo sino del trabajo de sus ancestros; la clase trabajadora blanca iracunda está alzando a alguien que, a diferencia de ellos, no trabajó para llegar a donde está, sino que nació allí ya. No lo votan por ser ejemplo, lo votan por ser blanco, varón, y vociferante.
Seguir apoyando a una chiva loca como Trump presenta peligros para todos, pero para comenzar, para la economía de los Estados Unidos. Quizá porque Donald Trump ha caída en bancarrota cuatro veces y ha manejado casinos, piensa que puede hacer lo mismo manejando un país. Son tantas las sinrazones económicas que la irreflenable bocaza de Trump profiere que basta una para descalificarlo como una opción viable para dirigir los destinos de los Estados Unidos: el 6 de mayo, el Donald declaró que cuando sea presidente se sentaría a negociar con los acreedores de los 19 billones (millones de millones) de dólares de la deuda de su país para negociar una quita del principal y así relanzar la economía de los Estados Unidos.
Si Donald Trump tuviera probabilidades de llegar a la presidencia los mercados se habrían desquiciado, las bolsas se habrían derrumbado, el dólar se habría hecho añicos y el oro se habría propulsado a máximos históricos. Pero el hecho de que los mercados hayan tomado las declaraciones como una puntada más del neoyorquino señalan la baja probabilidad que por el momento le asignan a su presidencia.

La presidencia Trump es un evento económicamente imposible por sus consecuencias, pero no improbable. Alguien acostumbrado a manejar casinos y financiar rascacielos a costa de defraudar a sus inversionistas y salirse con la suya con triquiñuelas sería el acabose para la economía del mundo. Pero los desastres ocurren a veces, y si Hillary Clinton no logra atraer a los votantes necesarios para imponerse, ese horrible mundo paralelo en dónde Donald Trump es rey, podría convertirse en el nuestro.

No hay comentarios: