domingo, 29 de octubre de 2017

Paul Mcartney Y Sus Enemigos

En su concierto el pasado fin de semana en México, Paul Mcartney mostró varias cosas: primero, que el envejecimiento es un estado mental y segundo, que la globalización es irreversible. Karl Popper escribió hace setenta años un libro de título preciso y contenido desigual llamado “La Sociedad Abierta y sus enemigos”: un alegato quizá bien intencionado contra el totalitarismo de cualquier signo, que serviría para argumentar contra dos tendencias siniestras del mundo de hoy.
La primera tendencia es la intención de revertir la globalización y sus logros. Si bien el balance es delicado, en lo personal me encontrarán siempre del lado de quienes defienden la globalización y sus desarrollos: un mercado global en donde los bienes y servicios circulen lo más libremente y en donde los consumidores tomen sus decisiones lo más soberanamente posibles es mejor que una sociedad cerrada en donde los consumidores tengan que subsidiar las ineficiencias de productores protegidos por aranceles y nacionalismos.
La globalización comenzó de manera franca tras el fin de la segunda guerra mundial, cuando las fronteras físicas fueron demolidas por los ejércitos. La economía global que se levantó desde las cenizas de la guerra, encabezada por los Estados Unidos, fue de manera gradual abriendo las sociedades y economías nacionales y creando una cultura común.
El rostro cultural de la globalización es la cultura pop, esa amorfa cauda de expresiones plásticas, musicales, literarias y deportivas que definen una cultura común y que tras la segunda guerra comenzaron a romper las identidades nacionales en pro de una cultura global general. Creo que no sería muy discutible afirmar que la trayectoria de Paul Mcartney ilustra como ninguna la evolución de la cultura pop en tanto que rostro de la globalización.
Cuando los Beatles se convierten en la primera mercancía verdaderamente global, lo que la Beatlemanía hace con los géneros musicales nacionales fue el preludio de lo que las industrias de los países avanzados comenzarían a hacer pocos años después con las industrias y economías locales: avasallarlos y forzarlos a su transformación.
¿Qué hizo de Mcartney y los Beatles el primer gran éxito de la globalización? Fueron los creadores de la primera música urbana, rompiendo así los géneros nacionales atados aún al ámbito rural. El rock and roll, sobre todo el de Mcartney y los Beatles, son el primer género urbano y la música producida por el factor demográfico más importante de la globalización: los baby boomers, la generación que explotó tras la postguerra.
El rock and roll fue la primera mercancía de la globalización, y llevó al inglés a convertirse en la lingua franca del mundo. Una generación tras otra han comenzado a aprender inglés y de allí a convertirse en adeptos de la cultura pop gracias a las canciones de Mcartney y su banda. Mcartney es el tótem de la globalización, y al verlo el pasado fin en su concierto en el Estadio Azteca me quedó claro que aquellos que como Trump, el Brexit, y otros movimientos aislacionistas, buscan detener la globalización, están condenados al fracaso: una parte de nuestras emociones se expresan en inglés, y al mismo tiempo la cerveza más vendida en Estados Unidos es la Corona. El taco se ha convertido en la comida de moda en el mundo, y la canción más famosa de estos años es un reaggetón puertorriqueño cantado en español: la globalización es una senda de ida y vuelta con muchos carriles, por donde circulan “Yesterday” de ida, y “Despacito” de vuelta. No habrá forma de pararla.
Pero hablábamos aquí de dos tendencias siniestras: la primera es la intención de detener ese proceso desigual, injusto pero inevitable por humano que es la globalización. El segundo es el alarmante deterioro en la calidad de vida de una parte creciente de la población debido al consumo excesivo de proteína animal, azúcar y los derivados de ambos.
Desde muy joven Paul Mcartney y Mick Jagger decidieron convertirse en vegetarianos, y con el paso del tiempo incluso han eliminado de su dieta la proteína animal. Muy seguramente la dieta que han seguido les ha dado la increíble vitalidad que hoy, a sus 75 años, siguen dilapidando en conciertos de casi tres horas en giras por todo el mundo. Paul Mcartney se ve más sano y vital que muchos de sus fans más jóvenes que han seguido una dieta rica en grasas saturadas, proteína animas y dulces. La energía con la que se hace cargo del escenario probablemente esté ligada a sus decisiones de alimentación y de dieta.

Un resultado indeseable de la globalización es justo esa dieta McDonald’s, que está diezmando la salud de una franja creciente del mundo. Paul Mcartney es una muestra no nada más del poder de la globalización, sino también que decisiones personales sencillas y educadas pueden revertir una de las peores aristas de ese fenómeno que un tal Paul junto con otros tres amigos, inició sin saberlo hace más de cincuenta años ya.

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