sábado, 17 de marzo de 2018

El Miedo Comienza A Asomarse

La evolución reciente de los mercados financieros muestran una serie de hechos que vale la pena comentar pues dependiendo de la conjunción de los próximos eventos la marcha de las bolsas podría darnos sorpresas. Iniciemos con dos hechos aparentemente aislados: el precio de Bitcoin está más de 60 por ciento por debajo de su máximo, y por otro lado el S&P 500 (el índice líder) tras detener en febrero su impecable marcha ascendente, no ha podido igualar sus máximos. Parece que la efervescencia se ha detenido.
Los hechos antes referidos ¿son el inicio de una declinación de más largo plazo en los precios de los activos financieros? ¿o representan una pausa para que el rally reúna fuerzas y sigan escalando nuevas alturas en el futuro?
Quizá la clave a esta pregunta dependa de dos variables: las tasas de interés de largo plazo (la de los bonos de 30 y 10 años), y la trayectoria del índice de volatilidad (el VIX), y los múltiples instrumentos ligados al mismo.
Tras alcanzar un máximo preocupante la última semana de febrero, las tasas de largo plazo han retrocedido diez centésimas. Esta alza en los bonos viene de dos flancos: por un lado muchos fondos comenzaron a comprar al llegar las tasas a los máximos de febrero; y por otra los datos de precios y costos más recientes han sido sorprendentemente benignos, ahuyentando el miedo de que la inflación estaría por caernos encima tras más de dos décadas de ausencia en las economías desarrolladas.
Al bajar las tasas y suavizarse los temores de que éstas se disparen en el corto plazo, los índices de volatilidad han cedido tras dispararse en febrero por encima de 37, cerraron la semana pasada en 15.80.
Pero hay signos de cuidado. El Vix si bien ha bajado más de la mitad (casi en la misma proporción que la Bitcoin), aún se encuentra más de 50% por encima de donde se operaba antes de dispararse. En los inicios de enero el Vix cotizaba en 9.52, por ejemplo. Si la volatilidad que permea al mercado cotiza más de 50% por encima de donde se encontraba cuando todo era dicha y felicidad y los mercados espumeaban sin cesar tras la victoria de Donal Trump, quizá algo se esté cocinando en las entrañas de los mercados sin que nos demos cuenta.
En la última semana el Vix subió 7.92%, mientras que el S&P 500 cedió 1.24% y la Bitcoin se derrumbó 16.5%. Pareciera que la exuberancia se ha frenado y la percepción del riesgo se han incrementado en las últimas semanas. El renovado tropiezo de los mercados no camina solo, su compañero, el miedo, parece caminar junto a él.
No es raro que los mercados comiencen a asustarse mientras la economía pinta bien. Estadísticamente la relación entre recesiones y los índices es peculiar. Los mercados suelen topar poco antes que el ciclo económico llega a su fin. Cuando la economía sigue de fiesta los mercados suelen comenzar a caer. Y al revés: cuando la economía está en picada aún, los mercados anticipan la recuperación disparándose meses antes de la sima del ciclo.
Y el optimismo está por todas partes: el ciclo económico global está sincronizado, los Estados Unidos agregan empleos a tasas muy sólidas sin presiones de costos, la confianza del consumidor y las empresas rebosan. Todos los indicadores clave se portan bien y avanzan.
Hay una nube sin embargo en el límpido firmamento de la economía. La Fed necesita regresar las tasas de interés a un nivel normal, tras una década de heterodoxia y de inyección extrema de liquidez. Necesita subir sus tasas y también dejar de comprar toneladas en los mercados para reducir su hoja de balance, lo que se conjuga además con la inevitabilidad de financiar los déficits que acumulará el recorte de impuestos de Trump.
Pero el miedo, casi ausente en los últimos nueve años desde que el pánico tirara los mercados en 2008-2009, se está volviendo a asomar. Quizá sea porque la Fed no tiene opción mas que subir las tasas en los próximos meses; quizá sea porque el rally ya es muy viejo y las valuaciones son difíciles de justificar; quizá sea porque las exuberancias de la Bitcoin se han pinchado. Veamos si el miedo que se asoma se convierte en pánico, o si regresa a su madriguera y resulta ser mera precaución.


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