Mis cuates de "Círculo de Poesía" publicaron mis traducciones de dos de los poemas de la enorme poeta inglesa Carol Ann Duffy.
La liga está aquí, y les comparto el poema: "La Mujer de Lázaro" para que se den un ligero quemón de la señorona.
La Mujer de Lázaro
He penado. He llorado toda una noche con su día
por mi pérdida, he rasgado el atuendo con que me casé
de mis pechos, he aullado, chillado, me he arrastrado
por las lápidas hasta que mis manos sangraron, vomitando
su nombre una y otra vez, muerto, muerto.
Me fui a casa. Vacié el lugar. Dormí en una sencilla cuna,
viuda, un guante hueco, medio fémur blanco
en el polvo. Guarde trajes negros
en bolsas negras, metí allí zapatos de hombre muerto,
enlacé el doble nudo de una corbata alrededor de mi cuello liso
demacrada monja en el espejo, tocándose sola. Conocí
las Estaciones del Duelo, el icono de mi cara
en cada marco sombrío; pero todos esos meses
estuvo lejos de mí, cada vez más pequeño
hasta encogerse como una instantánea, yéndose
yéndose. Hasta que su nombre dejó de ser un conjuro
de su rostro. El último cabello de su cabeza
salió flotando de un libro. Su aroma salió de la casa.
Se leyó el testamento. Verán, se desvanecía
hasta el pequeño cero en el oro de mi anillo.
Hasta que se fue. Y entonces fue leyenda, lenguaje:
Mi brazo en el brazo de un profesor de escuela –el sacudir
de la fuerza de un hombre bajo la manga de su abrigo-
por entre los setos. Pero fui fiel
tanto como pude. Hasta que él fue sólo memoria.
Pude así estar esa tarde en el campo
en un chal de fino aire, sanada, capaz
de mirar los bordes de la luna sucederle al cielo
y a una liebre salir de entre el seto; y notar luego
a los hombres de la aldea correr hacia mí, gritando,
Detrás de ellos mujeres y niños, perros ladrando
Y supe . Supe por la astuta luz
en la cara del herrero, los ojos chillones
de la camarera, las súbitas manos sosteniéndome
entre la ardiente acidez de la gente corriendo frente a mí
Vivía. Vi el horror en su cara.
Oí la loca canción de su madre. Respiré
su fetidez; mi consorte en su podrido sudario,
húmedo y despeinado debido al sellado flojo de la tumba
graznando su nombre de cornudo , desheredado, fuera de su tiempo.
1 comentario:
Muy bonito poema.
Saludos
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