miércoles, 3 de marzo de 2010

Círculo de Poesía: Carol Ann Duffy

Mis cuates de "Círculo de Poesía" publicaron mis traducciones de dos de los poemas de la enorme poeta inglesa Carol Ann Duffy.

La liga está aquí, y les comparto el poema: "La Mujer de Lázaro" para que se den un ligero quemón de la señorona.



La Mujer de Lázaro



He penado. He llorado toda una noche con su día

por mi pérdida, he rasgado el atuendo con que me casé

de mis pechos, he aullado, chillado, me he arrastrado

por las lápidas hasta que mis manos sangraron, vomitando

su nombre una y otra vez, muerto, muerto.



Me fui a casa. Vacié el lugar. Dormí en una sencilla cuna,

viuda, un guante hueco, medio fémur blanco

en el polvo. Guarde trajes negros

en bolsas negras, metí allí zapatos de hombre muerto,

enlacé el doble nudo de una corbata alrededor de mi cuello liso



demacrada monja en el espejo, tocándose sola. Conocí

las Estaciones del Duelo, el icono de mi cara

en cada marco sombrío; pero todos esos meses

estuvo lejos de mí, cada vez más pequeño

hasta encogerse como una instantánea, yéndose



yéndose. Hasta que su nombre dejó de ser un conjuro

de su rostro. El último cabello de su cabeza

salió flotando de un libro. Su aroma salió de la casa.

Se leyó el testamento. Verán, se desvanecía

hasta el pequeño cero en el oro de mi anillo.



Hasta que se fue. Y entonces fue leyenda, lenguaje:

Mi brazo en el brazo de un profesor de escuela –el sacudir

de la fuerza de un hombre bajo la manga de su abrigo-

por entre los setos. Pero fui fiel

tanto como pude. Hasta que él fue sólo memoria.



Pude así estar esa tarde en el campo

en un chal de fino aire, sanada, capaz

de mirar los bordes de la luna sucederle al cielo

y a una liebre salir de entre el seto; y notar luego

a los hombres de la aldea correr hacia mí, gritando,



Detrás de ellos mujeres y niños, perros ladrando

Y supe . Supe por la astuta luz

en la cara del herrero, los ojos chillones

de la camarera, las súbitas manos sosteniéndome

entre la ardiente acidez de la gente corriendo frente a mí



Vivía. Vi el horror en su cara.

Oí la loca canción de su madre. Respiré

su fetidez; mi consorte en su podrido sudario,

húmedo y despeinado debido al sellado flojo de la tumba

graznando su nombre de cornudo , desheredado, fuera de su tiempo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bonito poema.

Saludos