sábado, 26 de octubre de 2013

ADIOS A LA COMEDIA, BIENVENIDO A LA TRAGEDIA


No es gratuito que los Estados Unidos sean el hogar de Hollywood. Desde la Serie Mundial, el Super Bowl y otros deportes, hasta la política nacional, el drama y la tensión hasta el último minuto son la especialidad de nuestros vecinos.

Tras vencerse varios plazos fatales para la reapertura del gobierno, y con la inminencia de que el Tesoro de ese país no tuviera recursos suficientes para pagar su deuda pública (lo que hubiera enviado al mundo a la época de las cavernas en materia financiera), los líderes republicanos en el Senado y el Congreso tuvieron que morderse un dedo (por decir lo menos) y dejar pasar a votación una iniciativa que permitía el alza temporal del techo de endeudamiento y la reapertura del gobierno sin obtener por parte de Obama y los demócratas ninguna de las concesiones reclamadas por el ala derecha radical, la de los diputados del Tea Party.

Políticamente el resultado de la querella es un triunfo de Obama y los demócratas y una derrota humillante para el liderazgo del Partido Republicano. Sin embargo, en la lógica del discurso radical, en dónde las derrotas se celebran como triunfos que cimentan a la militancia, la extrema derecha de los republicanos, el Tea Party vio este descalabro como una convalidación de su diagnóstico de un gobierno demasiado grande y disfuncional.

Si estuviera en su primer mandato, Obama usaría ésta resonante victoria para consolidar su estrategia de reelección, pero estando ya en su segunda estancia la rentabilidad política de la victoria en la batalla reciente contra los republicanos debería de usarse, si se opera con cuidado e inteligencia, para culminar las grandes reformas pendientes de su gestión, en particular la reforma migratoria, la cual proveería a su partido, el demócrata, de un caudal electoral de muy largo plazo y pondría a los alicaídos republicanos contra las cuerdas de manera secular.

Pero una vez que la política, al menos por el momento, haya entrado en la pausa de la normalidad, los ojos de los mercados regresan a la economía. En otras palabras, dejamos por un momento la comedia y regresamos a la tragedia.

La amenaza de una moratoria causada no por factores económicos y financieros, sino políticos, relevó por unas semanas la atención de los mercados de los factores subyacentes que tienden a determinar el precio de los activos, pero con la crisis resuelta, hasta nuevo aviso, la mirada regresa y mira de nuevo el estado actual de la economía global.

Déjenme tomar como pretexto un indicador relevante para la economía que nos sirve como pretexto para hablar de otros temas: la producción industrial. Aún hasta hoy, cuando los países más desarrollados del mundo son generalmente economías de servicios más que industriales se les llama a esos países “economías industrializadas”, reflejo de la descripción precisa de hace un siglo que dividía a las economías entre agrícolas e industrializadas.

En mi opinión el caracterizar a las economías modernas más eficientes, como la estadounidense, la alemana, la holandesa, las escandinavas, como de servicios, es equivocado. Se trata de economías con una industrialización tan compleja que los servicios ligadas al proceso de manufactura (por ejemplo, el diseño y elaboración de un iPad, o de una imprenta 3-D) son tan intensivas en procesos no manuales sino intelectuales, que esos “servicios” se encuentran de hecho ligados a un esfuerzo manufacturero colosal.

No ocurre lo mismo con economías menos eficientes como la francesa, la española, las de Japón o Italia, en donde los servicios, asociados al turismo, la burocracia y otros sectores de baja productividad magnifican el peso de los servicios sobre sus alicaídas manufacturas.

Mi opinión, y se que aquí voy en contra de casi todo el pensamiento de moda, es que la manufactura sigue importando. Y no sólo eso, sino que la manufactura, en términos de la productividad y la competitividad global, es casi lo único que importa. Si una economía de servicios está ligada a la manufactura, como el caso de la poderosa Alemania, entonces tendrá éxito en la arena global, pero si como España, su sector servicios está ligada a la construcción y el turismo, entonces la competividad será flaca y sujeta a los terribles ciclos de expansión y contracción del crédito.

¿Qué ha pasado con la producción industrial del mundo desde que alcanzó su cúspide en el 2007 justo antes de la eclosión de la burbuja inmobiliaria? Los datos son muy interesantes.

La producción industrial del mundo se encuentra hoy 10.4% por encima de donde estaba hace seis años, es decir, ha tenido una tasa de crecimiento anual promedio flaca, de menos de 1.5%. Las disparidades sin embargo son grandes, pues la producción industrial en China es hoy 101.7% superior al nivel que tenía en 2007, en la India es 26.4% superior y en Surcorea es 28.8% mayor, mientras que en Grecia éste indicador es 31.1%, menor y en España es 28.2% menor, mostrando claramente quienes han sido los ganadores y perdedores en estos años complicadísimos de crisis global.

Veamos aparte a tres economías, de las más competitivas del mundo desarrollados, los Estados Unidos (-0.6%), Alemania (-0.3%), y Holanda (-0.8%). Esos tres países aún no recuperan el nivel de actividad industrial registrado  antes de la crisis de 2008-2009.

Lo curioso es que los mercados accionarios, instigados por la política de dinero regalado de los bancos centrales, se han anticipado y han roto ya los niveles récord del 2007 y se han perfilado a nuevos máximos históricos. Es normal que los mercados accionarios se anticipen, hacia arriba o hacia abajo a la actividad real, por lo que debemos de estar muy pendientes de la evolución con indicadores como éste de la producción industrial para saber si las bolsas de valores están contando una historia verídica o si una vez más, están narrando una ficción insostenible.


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