domingo, 13 de octubre de 2013

Domingos Rancheros: La Ontología Ornitológica de Tomás Méndez

Recuerdo una de las mayores piruetas de Borges, su Argumentum Ornithologicum:

"Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número?


El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros.

Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe."





El zacatecano Tomás Méndez no tuvo sólo un argumento, sino toda una ontología. Tomás Mendez era un animista irredento: rejas asesinas, hizo gritar a las piedras del campo, pero sin duda en dónde el sortilegio de Méndez alcanzó su más alta escala fue en su ontología ornitológica.

Como Borges, Tomás Méndez un día cerró los ojos y vio una bandada de pájaros, el número de hecho estuvo entre uno y diez. En su caso fueron cuatro: un Gorrioncillo (Pecho Amarillo); una Golondrina (Presumida); una (Cucurrucucú) Paloma, y una Paloma (Negra).

Tomás Méndez sin embargo, no usó su ontología ornitológica para probar la existencia de la divinidad, sino para probar, en el otro extremo, la existencia del dolor, del sufrimiento; de la nostalgia y de la desdicha, lo que atestigua en todo caso que quizá exista un Dios que castigue con ello nuestra residencia en la tierra.

El numen mayor de la secta secreta creada por Tomás Méndez para comunicarnos el magisterio del sufrimiento en esta vida fue sin duda alguna, Lola Beltrán.



Yo he escuchado en mi vida “Paloma Negra” cantada por Lola Beltrán cientos, quizá miles de veces. Conozco decenas de sus versiones. No he podido nunca reponerme de la sacudida que sentí la primera, y la segunda, y la tercera, y la centésima vez que la oí.

Esta versión de Lola, de 1993, es de tres años antes de su muerte, y muestra la fuerza dramática que la propuesta ontológica de Méndez siempre requirió para su vuelo. Dios existe no por virtud del número de pájaros que vemos, refuta Méndez a Borges, sino porque en la ornitología de esta vida a todos nosotros nos toca siempre, salir perdiendo.


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