domingo, 20 de noviembre de 2016

El Señoreaje de Trump Y El Macho Dólar

¿Qué le ocurriría a la moneda de un país gobernado por un populista que quiere cerrar su economía del mercado global, que va a recortar impuestos y cerrar la brecha fiscal emitiendo deuda a ritmos históricos? Seguramente esa moneda estaría hecha pedazos. Pero como aquí lo mencionábamos la semana pasada, la moneda de ese país, el dólar de los Estados Unidos, lejos de caerse va a fortalecerse en los próximos años. Digamos que, a tono con el estilo personal de gobernar de su próximo presidente, veremos un Macho Dólar.
La semana pasada pronosticamos que el mercado de bonos tendría severas pérdidas, y que el dólar se fortalecería contra las principales monedas del mundo en anticipación a lo que parecería ser la agenda económica de Donald Trump. Ambas sentencias se confirmaron y quizá sea el inicio de una tendencia de mediano plazo. Creo que en los próximos años veremos tasas de rendimiento más altas en los mercados, lo cual implica pérdidas graves en los mercados de bonos, y un dólar muy fuerte: un Macho Dólar.

El dólar es la única moneda que puede salirse con la suya. Estados Unidos es el único país que puede tener un presidente populista, cerrado al mundo, induciendo grandes déficit fiscales y comerciales y no tener una moneda que se haga pedazos. Al contrario. Los Estados Unidos son el único país que pueden permitirse tal comportamiento y tener el dólar más fuerte de los últimos veinticinco años. En economía dicho fenómeno se conoce como “señoreaje”.
El resto del mundo estamos dispuestos a recibir cero rendimiento a cambio de contar con dólares, la moneda que sirve como reserva de valor en el planeta. El poder económico estadounidense y su dinamismo hacen del dólar el patrón monetario aceptado, y por ello el resto del mundo dejamos pasar comportamientos que a cualquier otro país se le castigaría de manera severa. No es necesario que una economía esté oficialmente dolarizada para que el señoreaje se de: si los bancos centrales del mundo tienen sus reservas en dólares, si los ahorros de mexicanos, brasileños, árabes y rusos buscan siempre el refugio del dólar, estamos dando permiso a los Estados Unidos para comportarse como quieran.
La reacción de los mercados en las primeras dos semanas tras la elección estadounidense ha sido clara: los inversionistas están esperando una reducción de impuestos y una expansión del gasto por parte del Presidente Donald Trump. Si esto ocurre veremos dos consecuencias: una mayor tasa de rendimiento y por consiguiente un dólar más fuerte.
Un dólar más fuerte tendrá beneficiarios y víctimas. Entre las víctimas estarán los exportadores (máxime si se les reducen sus oportunidades de venirse a México), la industria manufacturera y en general el mercado de los llamados bienes comerciables. Pero habrá grandes beneficiarios de un dólar fuerte: el consumo doméstico en general, los minoristas, el turismo, los importadores, pero especialmente dos sectores que han sido conspicuos en las últimas dos recesiones: el sector de bienes raíces y su financiador, los bancos.
El rally tan sólido que hemos visto en las últimas dos semanas en las acciones de bancos parecen confirmar el diagnóstico anterior. Un dólar fuerte y tasas altas son una mezcla espléndida para los bancos estadounidenses al revaluar los activos inmobiliarios y así mejorar sus balances y capital, mientras que las mayores tasas implicarán mayores ingresos operativos en los próximos años de confirmarse la sintomatología económica de la administración Trump que aquí hemos delineado.
Pero tasas altas y un Macho Dólar, muy ad hoc con la personalidad estamínea del próximo presidente, si bien puede tener atractivos de corto plazo, podrían estar sembrando las semillas de una nueva y severa recesión en el mediano plazo.
Un dólar fuerte en un contexto de estancamiento global podría ser un alivio para otras economías del mundo cuyos artículos serían demandados por los estadounidenses. Pero eso significa que justamente la geografía política que le dio la victoria a Trump, el rust belt, perdería competitividad y agravaría la miseria económica de esas zonas. Y segundo, el volver a apostar prioritariamente por los sectores inmobiliario y bancario como motor de la economía acaba siempre mal, o al menos así ha sido la experiencia de las últimas décadas.

Si la mezcla de políticas aquí anticipadas: mayor deuda, mayores tasas y dólar fuerte, se concretan, veremos una retomada de la expansión económica sostenida sin embargo por un artificio: (a menos que haya una erupción de nuevas tecnologías) la promesa de que el gasto de hoy será financiado por los contribuyentes de mañana e inflando de manera artificial el valor del dólar para que las ínfulas del macho que ocupará la Casa Blanca sean satisfechas.

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