domingo, 7 de enero de 2018

La Década Del Rally ¿Y Su Fin?

Este año que inicia marca una década desde el inicio de la más severa crisis económica y financiera de la era moderna: la hecatombe de 2008-2009. Quienes recordamos esos días tenemos una memoria tan vívida de las jornadas más críticas, que podríamos palpar la incertidumbre de entonces. Este año los mercados financieros celebran nueve años de alzas ininterrumpidas, así que vale la pena preguntarse si esta tremenda fase alcista de las bolsas seguirá enfilada, o si veremos un traspié severo de los activos financieros.
A los fondos de inversión, y en general a los gestores de activos, les gusta, para propósitos de vender sus servicios, mostrar su desempeño histórico con el fin de convencer a sus clientes de lo bien que hacen su trabajo. Suelen ilustrarlo con el desempeño del último año, de los últimos cinco y de los últimos diez. Este es el año en que todos serán unos genios financieros, pues en el comparativo del desempeño de los últimos diez años todos los fondos se medirán contra el pavoroso precipicio a donde se despeñaron las bolsas hace diez años, dinamitadas por la crisis financiera e inmobiliaria en los Estados Unidos.
En la comparativa del desempeño de los últimos diez años prácticamente todos los inversionistas mostrarán unas credenciales espectaculares, pues compararan su posición actual contra los mínimos de la crisis, así que será fácil mostrar impecables credenciales.
Pero como el desempeño pasado no es garantía de desempeño futuro, y nadie puede garantizar ese futuro, habrá que ser muy cuidadoso cuando se nos acerquen este año a ofrecernos manejar los ahorros y pensiones. Lo que nos muestren no será cuestión de su talento, sino del mero hecho de seguir aquí luego de diez años.
Tras alcanzar sus profundos mínimos en el año 2009, los mercados no han dejado de remontar, y nos encontramos actualmente en la cúspide del segundo mercado alcista más prolongado de la era moderna, sólo igualado por el que murió en el año 2000 cuando la burbuja tecnológica revienta.
Bajo casi cualquier indicador los precios de las acciones, de los bonos, de muchas commodities, de los principales índices y activos financieros, están muy caros respecto de las referencias históricas. Una medida para estimar qué tan caro está el mercado, el ratio de precio a utilidad, o P/E, muestra a los precios en Wall Street en su nivel histórico más alto, solo sobrepasado por la exuberancia presenciada durante la burbuja tecnológica hace dieciocho años.
Que el mercado esté caro, muy caro, no significa que pueda ponerse aún más caro. La exuberancia por definición es un fenómeno sin límite. La euforia por definición es algo que no puede contenerse. Un caballo desbocado no conoce freno hasta que tropieza o se derrumba al precipicio. Lo mismo ocurrirá con este mercado enloquecido. Todo indica que los precios que pagamos por acciones de compañías como Apple, Amazon, Netflix, y Facebook están más allá de toda proporción. Pero por muy airosos que estén sus precios, podrán seguir inflándose e implantando nuevos récords por un tiempo indefinido, hasta que dejen un día, de repente y sin aviso, de hacerlo y comiencen a desplomarse.
¿Dicho desplome ocurrirá este año? Imposible saberlo, pero dado que no ha ocurrido hasta ahora, la probabilidad de que acaezca es mayor. Curioso, pero los cracks bursátiles tienen una distribución de probabilidad semejante a los terremotos. Los sismólogos saben que un sismo mayor, proveniente de la Placa de Cocos en México, debe de producirse. Y dado que el último sismo con tales características se produjo hace ya más de treinta años, la probabilidad de que el próxima ocurra aumenta cada día que pasa. Lo mismo ocurre con los cracks de las bolsas: si los precios de las acciones están muy caros, incluso demasiado caros, como se encuentran en estos momentos, si bien es imposible saber cuándo se derrumbarán las bolsas, si es posible decir que cada día que pasa la caída es más probable.

Este será el año en que los gestores de fondos y los inversionistas presuman espectaculares rendimientos en su desempeño de los últimos diez años. Al destino, que parecen gustarle las ironías, no se le vaya a antojar que sea este también, el año del barranco.

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