domingo, 24 de diciembre de 2023

La Nueva Geopolítica Y La Inflación

La Reserva Federal de los Estados Unidos, la Fed, es el banco central más poderoso del mundo. Sus acciones y palabras son capaces de mover mercados y economías en todas las latitudes, pero ni toda su capacidad tiene el poder de arreglar un balance geopolítico en transición, que está desequilibrando a las cadenas de suministro, incrementando el riesgo de que la inflación global sea distinta a la que era hasta antes de la pandemia de Covid.

El balance geopolítico existente comenzó a alterarse de manera significativa en 2020. No únicamente porque el origen del virus que detona la pandemia provino de China, sino, sobre todo, porque los países avanzados se percataron de su dependencia industrial de aquel país, ante la necesidad de tener respiradores e insumos estratégicos para combatir la emergencia sanitaria. En una obvia elección, China privilegió la fabricación para atender la pandemia en su territorio y suministro al resto del mundo de manera secundaria.

La pandemia expuso la relevancia estratégica de la producción local, o en la vecindad geopolítica. Los países avanzados se percataron que la lógica corporativa de producir al menor costo para maximizar los beneficios, que convirtió a China en el corazón manufacturero del planeta, tiene un límite: la seguridad nacional. Caer en el escenario en donde la vida de sus ciudadanos dependía de la decisión de un soberano extranjero. 

En esos extremos los Estados deben de decidir entre lo que es mejor para los intereses de sus corporativos, o para sus ciudadanos. No es difícil entender que en esa coyuntura se inclinen por quienes proporcionan la legitimidad política a cualquier gobierno.

El cambio en la relación China-Estados Unidos (incluyendo el asunto de Taiwán)  es una de las líneas de fractura del orden geopolítico que está alterando la cadena global de suministros. Las otras más conocidas son el intento de Rusia de restablecer las fronteras soviéticas; y el sempiterno conflicto en el Medio Oriente, cuya repercusión más reciente implica el cierre a la navegación de contenedores por el Mar Rojo debido a los ataques de los Houthi de Yemen.

El balance geopolítico es siempre dinámico y delicado, pero en esta ocasión hay un componente que no existía en episodios históricos previos: la cadena global de suministros.

Las tensiones geopolíticas anteriores no representaban necesariamente una dislocación en la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Las economías eran más o menos autárquicas y las redes comerciales poco profundas.

Pero tras la incursión de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, el despliegue de la cadena de suministros cambió radicalmente: la producción se hace en China; la distribución depende de nodos críticos (como el canal de Suez, el estrecho de Singapur, el Mar del Sur de China), y de un conjunto de puertos claves; mientras que el consumo se lleva a cabo de manera preponderante en los países centrales. El planeta entero es la fábrica en donde se produce y distribuyen los bienes y servicios consumidos por las sociedades, buscando minimizar los costos e incrementar los ingresos corporativos de las empresas encargadas de suministrarlos.

Existen importantes beneficios de esa estrategia. La especialización de las diversas fases de la producción en distintas áreas geográficas permite un incremento notable en la productividad laboral promedio en el mundo, presentando significativas ganancias de eficiencia en el agregado. ¿Quién captura esas ganancias de eficiencia? Los productores chinos y los consumidores globales. ¿Quiénes pierden? Los productores locales desplazados, así como los salarios de los trabajadores de las regiones menos competitivas.

La lógica anterior determinó en las últimas tres décadas una geografía, una economía, y una política, pero al cambiar el balance de poder, como ocurre en este momento, necesariamente esos tres factores se modificarán.

La necesidad de reducir la dependencia de la manufactura china está detonando fenómenos como el “nearshoring”; la guerra en Ucrania ha producido un repunte de los precios de múltiples materias primas, dificultando que la inflación converja hacia los objetivos de los bancos centrales; y el rebalanceo económico, militar y migratorio está sacudiendo las estructuras políticas en todas partes.

Los países más avanzados han tomado la decisión de contar con una mayor seguridad estratégica para sus suministros; lo que implicará probablemente una menor eficiencia global y mayores costos. Este nuevo balance geopolítico implica que la poderosa fuerza deflacionista que significó el avasallamiento de la manufactura china menguará, lo que implica, por lo tanto, que la inflación sería un problema más difícil de administrar en el futuro. Todo en esta vida, (en este caso la seguridad nacional) cuesta. 

 

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