domingo, 3 de diciembre de 2023

Los Mercados Dicen Que El Nirvana Está Muy Cerca

Luego de un espantoso mes de octubre, Wall Street tuvo el mejor mes de noviembre desde 1980 (con la excepción de 2020, cuando todo rebotaba tras la pandemia). El índice líder, el S&P 500 se disparó un asombroso 8.9 por ciento, mientras que los abatidos bonos tuvieron uno de los mejores meses de su historia. El rally en casi toda clase de activos fue esplendoroso, todo subió. ¿La razón? Todos los indicadores de inflación fueron más benignos de lo que se pensaba, y los inversionistas están apostando que lo que sigue es que la Fed de Estados Unidos encabece a un ejército de bancos centrales en una ruta de reducción de tasas de interés.

Bajar las tasas de interés de Estados Unidos suele tener un efecto afrodisíaco en los mercados financieros, es algo que emociona a los inversionistas. Conforme menores son las tasas, más valor tienen los ingresos proyectados en el futuro de sus empresas, o los pagos de los bonos que poseen y otros instrumentos. Más valioso es el futuro conforme las tasas de interés líderes del mundo, las de la Fed, se reducen.

Todo comenzó hace un mes, cuando las tasas de los bonos de 10 años de Estados Unidos treparon por encima de la barrera del cinco por ciento. En esa marca, muchos inversionistas, algún par de ellos (Como Bill Ackman y Bill Gross) famosos twiteros, anunciaban que era momento de entrar a comprar. Dijeron que, con ese rendimiento, y las perspectivas favorables para la inflación en Estados Unidos, los bonos eran una opción muy atractiva.

A partir de ese momento las tasas de rendimiento, de largo plazo primero, y las de corto plazo después, se desplomaron, produciendo ganancias voluptuosas en el mercado de renta fija, e inyectando una dosis de desaforado optimismo en el mercado de renta variable, encabezado por las empresas tecnológicas agrupadas en el Nasdaq, cuyo principal índice remontó un sorprendente 11 por ciento en noviembre tan solo.

No es inusual que los mercados vayan más allá de sí mismos y comiencen a descontar noticias más que positivas. La exuberancia les es natural. Las ganas de subirse a un mercado alcista suelen nublar al buen cálculo, produciendo rallys desproporcionados e incomprensibles. No hay nada que hacer. Es la naturaleza humana mirando con codicia a esa máquina de expectativas que son los mercados financieros.

Pero en esta ocasión, sí hubo motivos para disparar un rally, independientemente de que su escala sea o no justificable. Prácticamente en todas las latitudes, el conjunto de datos provenientes de la economía mostró una imagen similar: la actividad y el empleo continúan firmes, al tiempo que la inflación desciende incluso más rápido de lo que se esperaba. Los datos fueron bastante buenos, y eso bastó para que los inversionistas apostaran a que los Estados Unidos y el mundo, se dirigen rumbo a un nirvana económico.

En noviembre, en los mercados, todo lo que tenía que salir bien, salió bien. ¿Qué podría salir mal? Varias cosas, como siempre, por supuesto.

La más importante de todas es que la inflación dejara de descender rumbo a los rangos deseados por los bancos centrales. Puede haber nuevas sacudidas por el lado de la oferta; puede haber un alza inesperada en los precios de los energéticos o de los alimentos; algunos sectores, como los servicios de salud o las universidades, pueden jalar al alza a la inflación; el cambio climático, que ya está subiendo los precios de las naranjas, el cacao y el café, podría extender sus efectos a otros alimentos. Eso por el lado de la inflación.

Por el lado del asombroso crecimiento, que ha sorprendido a todos, podría ocurrir que el peso de las tasas de interés más altas en quince años acabe fracturando algún sector económico relevante que pueda arrastrar con ella al resto de las industrias. Hasta ahora hemos tenido algunos sustos: la industria de pensiones en el Reino Unido, el sector inmobiliario chino, los bancos regionales en los Estados Unidos. Todos ellos relevantes pero que fueron contenidos eficazmente antes de producir alguna contaminación al resto de la economía. ¿Qué podría desmoronarse, que no lo haya hecho ya, y que acabe por hundir a todo lo demás? Hasta ahora la economía ha aguantado todo lo que le han tirado.

Hay un problema. Cierto, la inflación ha descendido más rápido de lo que se esperaba, hay buenos motivos para que los inversionistas festejen en los mercados. Pero cada vez que Wall Street espumea, se crea riqueza, y cuando la riqueza se gasta, sube los precios, y cuando suben los precios, la inflación regresa. En un contexto en que la inflación, si bien ha bajado, aún dista de sus metas, no va bien que los inversionistas anden con los bolsillos llenos, subiendo los precios por todas las tiendas, y reavivando a la inflación que tanto trabajo les ha costado controlar a los bancos centrales.

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