viernes, 20 de agosto de 2010

El Quijote Como CEO


El Quijote, El Mejor CEO Del Bicentenario

Edgar Amador

Si alguien en estos años se parece a la España de Felipe II, es el Banco Santander, y no únicamente por los aires imperiales de su titular, sino porque como en aquella España que los peninsulares recuerdan aún con nostalgia, en los dominios del banco de Emilio Botín, no se pone nunca el sol. Pero para el gran público que conoce poco de las modernas estructuras corporativas, seguramente sería una sorpresa enterarse que el banco insignia de la Armada corporativa española es mucho menos español que la selección que acaba de ganar la copa de la FIFA.

El mayor accionista del muy español banco Santander es el fondo de inversión estadounidense Capital Research and Management, quien detenta algo así como el 5.004% de las acciones. De hecho, Santander es más suizo que español, y por un breve lapso, el banco Crédit Suisse, quien hoy mantiene el 4.659% de las acciones del Santander, fue el mayor accionista.

El segundo mayor accionista de Santander es el fondo estadounidense Blackrock, con el 4.775%, mientras que el gigante francés BNP Paribas ostenta el 2.867%, y la italiana Assicurazioni Generali es dueña del 1.039%. La familia Botín, quien ha manejado el banco por más de un siglo, tiene algo así como el 2% de las acciones.

¿Por qué los bancos suizos y/o franceses no compran a Santander y se encargan ellos mismos del negocio bancario? Porque Santander habla español, y por muy buen CEO que Emilio Botín sea –y hay muy pocos como él en el mundo-, el más grande CEO es Miguel de Cervantes Saavedra.

Para los negocios bancarios, como el de BBVA y Santander; como el de comunicación de Telefónica o Prisa; como el editorial, de Santillana y Planeta; e incluso para sectores como el de la construcción de OHL y Abengoa, el insumo más importante, antes incluso que el capital y la tecnología, es el idioma. Si una corporación global habla español, entonces tendrá su puerta abierta y una ventaja inicial para dominar esa vasta región geográfica y humana que es la América Latina, y desde allí podrá expoliar los beneficios y el capital para lanzarse a la conquista del resto del mundo, tal y como lo han hecho, como ningunos: Santander y Telefónica.

Las transnacionales españolas están cosechando hoy una ventaja competitiva que sembraron hace más de quinientos años en Latinoamérica: el idioma español. Es por eso que el Quijote, en tanto símbolo de ese bella lengua nuestra, nacida hace más de mil años en un rincón desconocido de Castilla, es el mejor CEO.

Si un producto o servicio es producido por una empresa española, lleva las de ganar contra cualquier otra empresa en Latinoamérica: contra las otras empresas extranjeras tiene la ventaja del idioma, vean a BBVA contra Citigroup en México; y contra las empresas locales tienen la ventaja del acceso al capital, vean a Telefónica contra Telmex.

Al capital global, compuesto por una variedad de individuos que va desde los grandes millonarios de Forbes, hasta los pensionados de países europeos, pasando por inversionistas individuales, lo único que les debe de importar es su retorno. Ganar un rendimiento que les permita alcanzar sus objetivos: de retiro, o de adquisición de yates o de tener una vida más holgada.

El rendimiento de su inversión es lo único que importa a los inversionistas. A un inversionistas estadounidense poco le importa invertir en Citigroup o en Santander, lo que quiere es que el banco en el que invierta obtenga los mayores beneficios en América Latina. Durante años, los bancos estadounidenses han tratado de penetrar el mercado Latinoamericano, con regulares resultados. Pero cuando los dos colosos españoles, con el Quijote como CEO, reconquistaron el continente, no hubo quien los parara.

Los inversionistas globales entonces, se dieron cuenta que las mejores empresas para sacarle partido a América Latina no eran necesariamente las empresas estadounidenses, sino las españolas, y allí es donde han puesto su dinero. Credit Suisse por ejemplo, jamás pensaría en la molestia de establecer una red bancaria desde el Río Bravo hasta la Patagonia para sacar tajada de América Latina, los suizos hacen lo más inteligente, compran el 5% de Santander y se benefician de ese CEO, el Quijote, quien en combinación con Emilio Botín han encontrado la mejor fórmula para sacar beneficios de la vasta región latinoamericana, de donde procede casi la mitad de las ganancias del gigante bancario.

Las empresas globales de hoy sólo detentan la nacionalidad en su nombre, en la sede matriz y en su Management. Santander es español porque está en Madrid, y porque es dirigido por una familia española, pero sus accionistas, y por tanto, quienes se llevan la mayor parte de sus beneficios, se encuentran desperdigados por el mundo, incluso en España. Esos accionistas han empleado a Emilio Botín y a su equipo como los custodios de su capital y los encargados en hacerlo crecer lo más alto y rápido posible, y se han dado cuenta que en Latinoamérica, banco que habla español, mata a banco que habla inglés o francés.

Por eso, porque el español, ese legado compartido por más de 400 millones de personas en el mundo, es uno de los activos más importantes que una empresa puede tener en estos años de globalización, es imperdonable que los empresarios y el estado mexicano hayan renunciado a tener marcas globales, fuera de muy pocas, y cada vez más escasas, excepciones.

No hay un solo banco mexicano internacional, y los bancos nacionales son una especie en extinción en México. Y eso no es un mal menor. Un banco global mexicano tendría acceso al capital internacional, como lo tienen Santander y BBVA, y a la mejor tecnología y procedimientos, y eso crearía una clase empresarial mexicana que traería para el país rentas, regalías, primas, que los inversionistas globales estarían dispuestos a pagarle a los mexicanos para que les custodiáramos y maximizáramos su capital haciendo negocios en América Latina.

En cambio estamos pagando a los bancos españoles (y estadounidenses, ingleses y canadienses) una prima por darnos aquí los servicios bancarios, algo que por ejemplo los brasileños y argentinos decidieron que podían hacer por ellos mismos.

No hay comentarios: