lunes, 22 de agosto de 2011

La Madre de Todas Las Recesiones

La deuda no se crea ni se destruye, sólo se transfiere…y nunca se paga. Tal parece ser la lección de estos complicaditos años por los que estamos pasando, y vamos a seguir pasando. Esta recesión es de hecho la misma que estalló en 2008 e hizo volar por los aires a Wall Street, y con ello la economía del mundo: el problema fundamental que ocasionó la eclosión económica de ese año aún persiste, y tomará muchos años por resolver.

Muchos aspectos de la economía son lo que se conoce “de suma cero”, es decir, que lo que uno gana lo pierde otro. En este caso, el origen del mal que aqueja a la economía global es bifronte, como la Diosa Jano de los griegos. Cierto, el mundo estalló y está volviendo a estallar por el exceso de endeudamiento de los Estados Unidos y la periferia del Euro. Pero el otro lado de la moneda del exceso de deuda es el exceso de ahorro, en este caso de China.



En realidad esta, La Madre de Todas Las Recesiones es de muy sencilla solución: si existiera una Secretaría de Hacienda Global, y un Banco Central del Universo, lo que deberían de hacer es incentivar a que los chinos gasten sus inmensos ahorros, aumentando su consumo de bienes y servicios, y comprárselos a los estadounidenses para que la economía de aquel país crezca y sus habitantes puedan tener más ingresos y pagar sus enormes deudas y volver a consumir.

Que China no ahorre tanto y que consuma más, y que Estados Unidos baje su nivel de deuda. Así de sencillo. ¡¡Ah, si lo sencillo fuera fácil de hacer!!

La última Gran Depresión que sufrió el mundo, que estalló en 1929 (curioso, justo en el pináculo de “los dorados veintes”, época de desenfreno y gasto), y que se prolongó por casi una década, dio lugar, junto con el fin de la Segunda Guerra Mundial, a las actuales instituciones mundiales que están tratando de coordinar los salvamentos financieros: el FMI y el Banco Mundial.

Ni el FMI ni el Banco Mundial tienen en este momento, y no están diseñados para tenerlo, poder para obligar o incentivar a China a consumir más y a Estados Unidos a controlar su estratosférica deuda, así que hasta que no haya autoridades fiscales y monetarias globales, este gigantesco desbalance ahorro chino/desahorro gringo, deberá de resolverse a tientas, a trompicones, por el tanteo que implican las políticas monetarias y fiscales de los distintos países individuales y sus efectos sobre los mercados globales.

Esta Gran Recesión, que está a punto de entrar en su segunda etapa, resulta por una parte de el desfase entre una economía casi completamente globalizada, y la ausencia de instituciones supranacionales que balanceen los desequilibrios; y por otra, de la escala mismo de dichos desequilibrios.

El tamaño del desequilibrio global ahorro/deuda es lo que lo hace tan complicado de resolver. No es que se trate aquí de equilibrar un desbalance temporal y fácil de manejar: los Estados Unidos, individuos y gobiernos (federal y locales) han gastado por encima de sus ingresos futuros en una talla jamás vista en la historia moderna. La deuda como porcentaje del PIB se encuentra en EEUU y en la mayoría de los países europeos superior al 50-60%, y los ingresos fiscales, en los EEUU se encuentran en 15%, el nivel más bajo de los últimos cincuenta años.

La deuda es tan grande, que estamos cerca del límite en que los acreedores de esos países dudan en seguirles prestando, mientras que millones de ciudadanos de esas naciones, endeudados hasta el copete, ya no son sujetos de crédito y se encuentran en franca moratoria.

La deuda, tanto privada como pública, creció tanto estos últimos veinte años, que será necesario en los próximos años un doloroso proceso de desapalancamiento, de desendeudamiento, de reducción en el consumo con el fin de saldar los pasivos que se acumularon durante los años en que el exceso de ahorro global inundó a los Estados Unidos, quienes gustosos tomaron los excedentes de liquidez de los países árabes, el sureste asiático, Japón y China.

Pero desendeudarse significa dejar de gastar, y dejar de gastar implica menor demanda, y menor demanda se traduce en menos empleo, y menos empleo se traduce en menores ingresos, y menores ingresos es menos gasto, y menos gasto…etc.

Las políticas keynesianas resolvían este pernicioso círculo recesivo sustituyendo la falta de gasto privado con déficit público. Pero el problema de estos años es que los déficits públicos ya están al límite: los Estados Unidos ya han perdido su histórica AAA, uniéndose a varios países europeos cuyas calificaciones crediticias han sido agotadas. El expediente keynesiano se encuentra en un límite también.

Si ni el sector público ni el privado de los Estados Unidos y Europa tienen el ahorro para aumentar su gasto, ¿de donde vendrá el ahorro para disparar el consumo que el mundo necesita para que las empresas gringas y europeas aumenten sus ventas y con ello el empleo y los ingresos nacionales?.

La respuesta es, de los países con exceso de ahorro: China y sus vecinos.

¿Pero cómo obligar a centenas de millones de chinos a aumentar su consumo en un país cuyo gobierno sabe que darles poder económico, aumentar su consumo, implica ceder un trozo significativo de su monolítico poder político? Haciendo a los bienes y servicios que Europa y Estados Unidos más competitivos, devaluando al dólar.

La paridad dólar/yen se encuentra en mínimos de la postguerra; la dólar/yuan, estaría en niveles similares de no ser por que se encuentra manipulada por las autoridades chinas. La guerra de divisas es la política por otros medios: como Estados Unidos no puede incentivar la demanda doméstica con sus tullidas políticas monetaria y fiscal, buscará aumentar la demanda externa devaluando el dólar.

Manipular las monedas con el fin de vender en el exterior lo que no se puede vender localmente es una estrategia extremadamente complicada, pues puede llevar a una escalada de devaluaciones competitivas y a un deterioro de los precios relativos que producirán asignaciones raras de los recursos globales. Pero no hay alternativa.

La deuda acumulada por las naciones más ricas del mundo en los últimos veinte años fue tan brutalmente enorme que pasarán varios años hasta que el endeudamiento llegue a un nivel aceptable. Serán años de muy magro crecimiento económico, de alto desempleo, de un muy prolongado estancamiento: ¿les suena Japón?

2 comentarios:

sato dijo...

pero como hacer q los chinos gasten queama, si no les dan dinero, que mas quisieran ellos. ahora todo ese capital a donde va a dar? sera puro ahorro, o financiaran a los otros paises comunistas q siempre han sido belicos, y parece que su gol siempre es pegarle a los gringos.

Orlando Aragón dijo...

Gracias profe Edgar, sigo siendo FAn de su Blog y ahora del Twiter. Recuerdo que nos mostró la curva de interés al largo plazo y como nadie se atrevia asoltar la liquidez por que en el largo plazo el dinero solo podia aumentar de precio al estar en los niveles infimos cercanos a cero. Ahora que profe, como se comporta la curva en el largo plazo??? Estamos condenados a un Japón noventero?!?!

Por cierto muchísimas felicidades por la cátedra en la facultad, un profe como usted nunca debe de salir de las aulas para cultivarnos en esta hermosa ciencia inexacta. Suerte!