Las opiniones de hacia donde se encamina la economía global en el próximo lustro aparecen divididas en dos grupos básicos:
a) Aquellos que dicen que la crisis de 2008-2009 fue tan sólo un tropezón en el camino y que el anterior ciclo de muy fuerte expansión económica, liderado por Estados Unidos y China seguirá su curso.
b) Los que creen que la severísima crisis financiero-económica del 2008-2009 representa un punto de inflexión en donde la economía global entrará en una etapa de crecimiento bajo, alto desempleo y retornos menores de los mercados financieros
Quienes sostienen la primera opinión dicen que tras la inyección masiva de estímulos fiscales en las principales economías del mundo, se ha evitado una depresión mundial, y que una vez que los bancos hayan repuesto su balances de capital y las compañías reconstruido sus inventarios, tenemos las bases para que la expansión económica interrumpida por la crisis financiera sea retomada.
En lo particular me adhiero a quienes ven para el próximo lustro una economía de bajo crecimiento, lo que algunos han comenzado a llamar la “nueva normal”, y que se traducirá en economías de alto desempleo, crédito escaso, y mercados financieros con retornos muy modestos.
La razón para lo anterior es sencilla: ha llegado el momento de que el consumidor estadounidense pague el chocolate que se bebió.
Durante los últimos 20 años, el motor irremplazable de la economía global fue el consumidor estadounidense. Basados en las enormes ganancias de productividad que posibilitaron el fin de la guerra fría y la apertura al mercado mundial de las economía de China, el sureste asiático y la India, los estadounidenses fueron capaces de elevar su consumo muy por encima de sus posibilidades de ingreso presente, y provocaron uno de los ciclos económicos expansivos más dilatados y robustos del capitalismo moderno.
El advenimiento de la informática y una oleada de innovaciones tecnológicas que produjeron un aumento significativo de la productividad, así como la apertura de las economías emergentes que albergaron los procesos intensivos en mano de obra abaratando así los costos de producción, se añadieron al dividendo del fin de la Guerra Fría para posibilitar este período de auge que acabó de manera dramática en el 2008-2009.
Las señales de que ese período llegaba a su fin fueron claras: primero con la burbuja tecnológica, luego con la burbuja inmobiliaria, quedó claro que el exceso de liquidez vertido por la FED y los bancos centrales de los principales países del mundo, con el fin de apuntalar al cada vez más apalancado consumidor estadounidense eran intentos cada vez más fútiles por echar a la espalda a un sobre-endeudado consumidor estadounidense la responsabilidad del crecimiento global.
La crisis financiera del 2008-2009 fue justamente el fin de esa época: ya no es posible que el consumidor estadounidense, al menos hasta que restituya su tasa de ahorro y consuma con base en sus ingresos, y no con exceso de deuda, sea el motor de la economía global.
Pero para que lo anterior ocurra la tasa de desempleo de los Estados Unidos, que fluctúa entre el 9.7-10%, deberá de descender cuando menos a la mitad. Para poder consumir sin deuda, se necesitan ingresos, y para tener ingresos se necesita tener empleo, y para que el desempleo baje del 10% al 4% que se encontraba antes de la crisis financiera, la economía de los Estados Unidos debería de crecer a una tasa del 4% por un período de al menos cinco años consecutivos.
En otras palabras, a menos de que la economía global encuentre otro motor de crecimiento al menos tan bueno como el consumidor estadounidense, nos encaminamos a un lustro de crecimiento magro.¿Pero existe un sustituto del consumidor estadounidense?
Europa está postrada, y sus economías que hasta hace dos años eran las más dinámicas (las llamadas PIGS), Portugal, Italia, Grecia y España, se encuentran batallando con niveles disparados de endeudamiento y déficit, y con tasas de desempleo cercanas al 20% en algunos casos.
El otro gran candidato es por supuesto China, cuya tasa de crecimiento vertiginosa hace que se pronostique que en un plazo máximo de cinco años, el tamaño de su PIB sea equivalente al del de Estados Unidos. Pero la economía China es un caso muy particular: depende de sus exortaciones y por tanto, de la salud del consumidor estadounidense, y para aumentar sus exportaciones, ha incrementado su inversión y su capital de manera desproporcionado, creando quizá un exceso de capacidad en el mundo, que sólo puede ser resuleto de una forma: vendiendo a precios bajísimos sus exportaciones.
El problema con China es que no puede servir como motor económico del mundo, pues sus consumidores tienen un muy bajo poder de compra comparados con sus pares estadounidenses. China es sobre todo exportadores e inversión en equipo, no consumidores, y lo que necesita la economía global en este momento es un consumidor con una talla, poder adquisitivo y ganas de comprar tales, que pueda sustituir al super apalancado consumidor estadounidense. Y eso de nuevo, no va a ocurrir en el corto plazo.
Es difícil ver cómo la economía global podrá crecer a tasas promedio superiores al 1.5-2% en el próximo lustro, y esto tiene implicaciones muy precisas para las finanzas públicas de los estados y municipios en México..
Los precios de las materias primas de exportación permanecerán laterales (no existen motivos para que recaigan de menara significativa tampoco), especialmente el petróleo, cuya oferta será más o menos balanceada con una demanda deprimida.
Las exportaciones mexicanas, al igual que el resto del PIB, experimentarán un muy sólido repunte en los primeros tres trimestres del 2010, llegando incluso a presentarse en el segund trimestre del año, un crecimiento récord para los últimos quince años, pero una vez que la baja base de comparación haya agotado su efecto estadístico, la economía deberá de ubicar su crecimiento en un rango del 2.5%.
Con pecios del petróleo estancados, y una economía local de bajo crecimiento y por tanto, modesto crecimiento en los ingresos fiscales, los Estados y Municipios se enfrentarán a un entorno de baja recaudación propia y muchos incentivos para incrementar sus deudas con el fin de completar sus presupuestos.
Mal harían, pues lo que deberían de hacer es llevar a cabo una tarea que han pospuesto por muy largo tiempo: incrementar sus ingresos propios y racionalizar y hacer más efectivo sus gastos. No es tarea fácil, pero con los mercados de créditos mas exigentes y caros, no les va a quedar de otra: ojalá.
1 comentario:
Muy buen análisis.
Sin embargo la “nueva norma” de crecimiento bajo se daría en un escenario optimista en donde “lo peor ya paso”.
Cuando la realidad es que hay mucho de donde escoger ante las crisis que se nos avecinan (burbuja crediticia e inmobiliaria China, burbuja bonos, deuda soberana global, ARMs, etc)
¿Como le van a hacer los gobiernos para confrontarse a ellas, cuando sus déficits ya están desbocados?
Es por eso que hay un tercer grupo marginal que piensa que las cosas se van a poner muy complicadas en la próxima década...
PD: Se que me encuentras muy pesimista, pero algún día lograre convencerte de pasar al lado oscuro de la economía Edgar Amadorwalker.
Je,Je
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